by pilar cámara
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bluebird comunicación, periodismoPeriodismo: una reflexión

Cuando hace dos años Netflix estrenó ‘El caso Alcàsser’ nos revolvió el recuerdo del espectáculo dantesco que entonces dieron los medios de comunicación explotando el dolor y la conmoción de unas familias que habían sufrido la peor de las tragedias. Eran los años 90 y la telebasura vulneraba cualquier ápice de ética periodística que pudiera existir en este país.

Entonces quisimos creer que algo habíamos aprendido, nos quisimos ver, como periodistas, por encima de aquello. La realidad es que han pasado casi 30 años y poco, o nada, hemos aprendido.  

Estamos perplejos. Una vez más.

La Guardia Civil encontró ayer por la tarde frente a la costa de Tenerife el cuerpo de Olivia, la mayor de las hermanas secuestradas por su padre el pasado 27 de abril.

El show comenzaba, porque parece que todavía no hemos asimilado que no todo vale por la audiencia, por el clic.

El clic no justifica las exclusivas espeluznantes, la publicación de imágenes que no aportan nada tras el anuncio de rigor, las horas y horas y horas de carroña televisiva que van a girar en los próximos días alrededor de este caso.

La labor de la prensa está siendo, hoy como entonces, repugnante. Cuando pensábamos que no podía ser peor, que nos podíamos ser peor que hace 30 años, descubrimos, con horror, que seguimos sin saber lo que es el respeto, ni siquiera somos capaces de respetar el dolor de una madre, de una familia. Seguimos allí, en Alcaçer, en aquella noche de 1992. Cambian los escenarios, la obscenidad permanece.

Ojalá no tarde el día en que exista de verdad una institución que vele por la labor periodística, por el rigor, que luche contra todo eso que no es periodismo.  

Hasta entonces, a pesar de todo —a pesar de lo impúdico, de tantos intereses detrás de la tinta, de tanta inmundicia en la guerra absurda del clic— y como ya hemos dicho alguna vez  seguiremos creyendo no en el Periodismo, en las personas honestas que dignifican «el oficio más hermoso del mundo», tal y como lo denominó Gabriel García Márquez. También en las personas honestas que, sin tener nada que ver con la profesión, no juegan a darle alas a la inmundicia, sino que cambian de canal, leen otros periódicos, van más allá de los titulares. Las personas honestas capaces de reivindicar el silencio.

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